Se trata de un mérito a la gastronomía burgalense que no ha sido nada fácil conseguir pero ¡por fin la Morcilla de Burgos tiene reconocimiento europeo!
Puesto que se trata de un alimento que admite mucho fraude al producirlo, hasta ahora la Morcilla de Burgos todavía no había logrado recibir este sello, que la reconoce como Indicación Geográfica Protegida; pero gracias a dos profesionales del sector, este alimento ha recibido el reconocimiento de la Comisión Europea y obtendrá a partir de ahora una mayor visibilidad más allá del territorio español.
Los nombres de estos dos profesionales implicados en la causa son Paul Larruskain (guipuzcoano de nacimiento aunque burgalés de adopción y fundador de Los Canónigos) y Roberto da Silva (presidente de la IGP Morcilla de Burgos).
Una vez conseguido el objetivo, explican que el propio sector no lo había puesto fácil porque la mayoría de productores había preferido operar con libertad a la hora de fabricar y que, como consecuencia, se habían llegado a agotar todos los procedimientos jurídicos que se facilitaban para conseguir la IGP.
Ambos cuentan que hasta la actualidad ya se habían dado muchos pasos en la misma dirección: había ya un estudio justificativo de una investigación conjunta con la Universidad de Burgos que confirmaba la calidad del producto y la relacionaba con la cebolla horcal, también muy famosa en la zona. Incluso hubo una alumna que llegó a hacer una tesis doctoral que mejoró el índice de diferenciación de esta especialidad respecto a otras morcillas españolas.
El camino hasta cumplir este objetivo no ha sido fácil y es que si hace 25 años llegaron a haber 14 empresas comprometidas en la lucha por preservar la calidad, actualmente se sabe que más de la mitad ya han desaparecido del mercado.
Y sí, este alimento (que ya salió indirectamente en el Quijotecuando Cervantes citó en ese guiso olla podrida como ejemplo de plato castellano) es un producto humilde que pertenece a una gastronomía sencilla, desnuda de pretensiones y muy familiar; pero se ha convertido en todo un icono que ya da nombre a su propia gastroruta y que despierta la curiosidad, el interés y la fascinación a multitud de personas en reconocidas ferias y eventos gastronómicos.